domingo, 24 de mayo de 2020

INFANCIA


INFANCIA, LA IMAGEN DE OTRO


“A menudo los hijos se nos parecen
Así nos dan la primera satisfacción
Esos que se menean con nuestros gestos
Echando mano a cuanto hay a su alrededor
Esos locos bajitos que se incorporan
Con los ojos abiertos de par en par
Sin respeto al horario ni a las costumbres
Y a los que, por su bien, hay que domesticar”
Esos locos Bajitos, Joan Manuel Serrat.


La infancia es un concepto que puede ser definido como una imagen singular, discontinua, y condición de posibilidad de lo humano. Es una imagen en la medida que es concebida como metáfora, como una afirmación de lo nuevo, una posibilidad creativa del pensamiento. Pues, la niña o el niño no es un sujeto de linea recta sino un presente extenso a configuraciones pasadas que tienen efectos precisos en la constitución de las subjetividades de la infancia. Estas subjetividades no son fijas en el sentido que su percepción no sufre cambios.
La lectura en voz alta en la infancia, brinda la posibilidad de reconocimiento de las realidades políticas, sociales y culturales que se encuentran en el infante, ya que permite el fortalecimiento de su imaginación y el entendimiento de sus realidades. Es por eso que Gianni Rodari nos recuerda que es importante que los niños y las niñas, creen y recreen historias que no tienen nada que ver ni con la realidad y ni el sentido común, historias que inventadas terminan contando aquello que sucede en el entorno. Por lo tanto, esas otras formas de leer y escribir la vida atribuyen no solo recuperar el tiempo perdido, si no a lograr entender el contexto que se encuentra en nuestro alrededor.

JUVENTUD

¿PARA QUÉ LA LECTURA Y LA ESCRITURA EN LA JUVENTUD?


La lectura interior del mundo, de las imágenes que se nos presentan, abre puertas a otras formas de leer y escribir.  Cada momento en la vida esconde una sabiduría: el tránsito de la juventud se ha pintado en estos tiempos torbellinos, de aburrimiento e inseguridades, de hambre voraz por conquistar el mundo y ganar en la carrera de “ser alguien en la vida” que nos ha estallado en la cara.    Nos valemos del arquetipo de la doncella para decir que la juventud es primavera, luna creciente, deseo de vida, visionaria de nuevas posibilidades.

Revelar el sentido estético en el tránsito que significa la juventud es nuestra apuesta política: empezar a cargar de importancia aquello que leemos, que escribimos y decimos: releernos para sentir y orientar esa energía joven que nos cubre. Escribir y leer es un viaje con boletos que va desde hacer un regreso a la infancia o sumergirse en otras vidas y mundos desconocidos; es entrar en un movimiento extático, abrir ventanas del encierro. En este tiempo en el que cada cosa que se nos presenta es vista bajo la esencia de “la primera y última vez”, abrir un libro significa despertar la sensibilidad; la lectura nos enseña a sentir amor por lo lejano y lo desconocido. Leer y escribir es una puerta de escape: la juventud es el abismo de las preguntas esenciales… es ver a los ojos lo dionisiaco de la propia existencia. Poder abrir un libro para irnos de nosotros mismos, de la mente y sus laberintos para atender la desgracia de otros, para escuchar con la mirada.
Sin duda, hay razones pedagógicas y literarias para leer y escribir, solo hay que dejarse caer: las razones volarán hasta donde te encuentres.  Abrapalabra es una estrategia para brindar silencio, un silencio cargado de letras. Nos invitamos abiertamente a elegir qué leer, porque leer amorosamente es libertad.
Leer y escribir es ayudarse a existir. Dicho por Baudelaire es enfrentar el aburrimiento, no llenar el vacío sino observarlo y revelarnos creativamente.
Dibujar entre los cuadros más oscuros en el papel aquel ligero roce del viento cuando el pecho lucha contra los vuelos de pájaros. Acabar tendido sobre la hierba, mirar al cielo y arañar con las manos un aire de palabras. Escribir desde la sangre que transita por esos huesos ajetreados, sentir desde el sótano; echar raíces por la boca.

L&D

ADULTEZ

LEER Y ESCRIBIR COMO ACTOS DE LIBERTAD

Escribir no es necesariamente un pasatiempo: nadie se divierte mostrando al mundo sus vergüenzas, sus errores, sus heridas.
La idea de la escritura como algo más que sucede, que tenemos a mano como una escoba en la esquina o un artefacto decorativo causa pavor, pues elimina la hondura de los acantilados de tiempo en que los grafemas (los diminuntos elementos que constituyen casi todo lenguaje) han tenido que persistir: huracanes de tiempo y espacio, olas que rebotan contra la arisca roca, relámpagos de moho en el moho.
Nos han enseñado que escribir es una acción (nunca intelección) siempre adecuada a la norma, a la gramática, al orden de un pensamiento siempre superior. Por supuesto que no nos alejamos demasiado de esa idea, en la confianza de que el lenguaje es el terreno de nuestra cultura, y por ello su preservación es necesaria. Pero el agua se nos muestra en gotas, en ríos tormentosos, en lagos mansos, en los ires y venires del mar que en las mitologías fundacionales es el principio y el morir.
Entendemos los actos de escribir y leer como posibilidad de reconocernos como somos, de comprender las fisuras de lo que somos, con los andamiajes y las voces que nos han rodeado desde siempre. Pero también como podríamos ser, si somos capaces de reconocer en nuestro entorno los futuros que se nos avecinan.
Leer y escribir, pensando de esta forma acaso dispersa, deja de ser un asunto instrumental que se encarga del necesario vocabulario y la gramática, y se acomoda en nuestra profundidad como humanos. Lo que quiera que esto sea.
Y de este modo, nos envía a maneras de ser provisionales que nunca están completas, y que por ello mismo son una búsqueda por verdades prometidas desde hace tiempo.
Esas promesas que pueden significar la libertad.

R

jueves, 7 de mayo de 2020

PRESENTACIÓN DEL PROYECTO

Si para Walter Benjamin la narración en la actualidad es una rareza, una actividad devaluada o incluso una imposibilidad, lo es en buena medida por la derogación de la experiencia de quien narra en nuestros tiempos. Un lamento que surge de la experiencia erosionada luego de la Gran Guerra, en la que el autor berlinés pudo atestiguar que la gente regresaba enmudecida del campo de batalla: no más rica en historias y sucesos, sino más silenciosa y cabizbaja, sin absolutamente nada que contar, en virtud de sus terribles sucesos y del formato técnico con que se desarrolló. Y pues como la experiencia se transmite de boca en boca, en el encuentro y la cercanía que no fue, la narración de debilita.
Ello debido a que “cuando alguien realiza un viaje, puede contar algo” y así el narrador se convierte en un viajero, un nómada que viene de muy lejos y que llegó a su morada para narrar sus experiencias, sus tradiciones y sus historias.
La intención de este espacio compartido tiene que ver con la recuperación de la experiencia, con la necesidad urgente de la memoria, con la posibilidad de la narración como experiencia y memoria para la vida. 
Abrapalabra significa, entonces, despejar el camino para que el lenguaje, los lenguajes, se hagan posibles, para que toquen sensibilidades, para que reconstruyan las heridas, para oler los tiernos pastos que abundan en éste y otros territorios.
La Universidad de los Llanos, a través de esta iniciativa, pretende (en tiempos de encierro, de solidaridad y de carácter) ofrecer un espacio para encuentros y desencuentros que desubiquen el habla cotidiana y alcancen el lugar común de la poesía en todos sus sentidos.


Héctor Rolando Chaparro Hurtado

Coordinador proyecto